Archivo de la categoría: Feminismo

De que se enamora uno…

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…De la cara, de la sonrisa, de las manos, de la boca, de los gestos, de la personalidad, de la forma como se comporta a tu lado, de las miradas distantes, del olor, de la manera como se despierta, como se levanta, de lo que cocina, de lo que come, de sus ideales, de sus ideas, de la ternura que te muestra, de como te hace sentir, de esa cara desconocida tuya que te muestra, que te hace sentirte especial, de que queres ser mejor persona, o simplemente de que a su lado te sentis bien, sin importar si sos mejor o peor, sin importar los prejuicios, ni las ideas de las personas o la sociedad, quiza porque sin importar que el mundo este en crisis, sumido en guerras, andrajoso, apestoso, hambriento, descubris que a su lado todo es perfecto…

En el día mundial de la mujer…

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…no está demás saludar una vez más a todas las mujeres del planeta, a las que conozco y a las que no, a las que he querido y ahora ya no están, a las que me siguen queriendo sin yo saberlo, a las que siempre estarán acá en mi corazón, a todas y cada una vale la pena tomarse el tiempo y darles un efusivo y caluroso saludo. Sin los rigores del formalismo, sino más bien de la manera más cotidiana, me puse a pensar la necesidad de celebrar un día específico para las mujeres, leyendo y escuchando opiniones encontradas sobre las mismas, incluso del por qué celebrar este día, me puse a pensar que un solo día dedicado a las mujeres era muy poco, quizá después de todo, lo que celebramos es la vida y la magia con la que inunda el amor de mujer el planeta, quizá después de todo, así como otras festividades en un inicio se trató de establecer algo que estaba vencido, dado de menos y quizá tirado en el olvido, quizá no es para debatir, sino simplemente para aplicarlo a mi vida, quizá todos los días debemos de celebrar tener mujeres en nuestra vida, así como hombres, en resumen celebrar la humanidad, quizá al descubrirnos como una sola raza, que sin importar género, obviamente con las diferencias que existen, pero al darnos cuenta que cada persona que habitamos el planeta somos importantes para el conglomerado más importante de la tierra, que somos la humanidad, ya que si uno sufre todos sufrimos, quizá nunca llegemos a conocer ni al diez por ciento de las personas del planeta, quizá ni siquiera el uno por ciento, pero con ese número de personas que conocemos en nuestra vida seamos un ejemplo de convivencia en armonía, sin importar que la otra persona pueda no ser de nuestra simpatía, quizá ese es el reto más importante, porque al fin de cuentas amar a los amigos y familia es muy fácil, quizá nuestro reto es amar a los desconocidos y a todas aquellas personas que no son de nuestro agrado, quizá después de todo las mujeres tienen mejores ejemplo de convivencia en armonía para nosotros los hombres y por eso, porque son grandes maestras, les debemos celebrar este día especial y todos los del año, quizá no sea necesario un desfile cada día, sino simplemente respetandolas y valorándolas por lo que son, ese sea un buen comienzo para celebrarlas en nuestra existencia…

El mito femenino

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¡Muerte al machismo! Escribió con una lata de aerosol rojo, sobre el albo virginal del muro perimetral del hospital general. Mientras en la esquina la observaba un arlequín que se carcajeaba de su forma tan graciosa de correr al ser descubierta por una enfermera del hospital, quien le recriminaba que no había presupuesto para pintar el muro cada vez que algún dañado de la cabeza pintara sus demandas.
Llegó hasta su auto, puso en marcha el motor y aceleró sin respetar semáforos, peatones, ni a los otros autos. Iba cegada por la furia, que no había conseguido canalizar con sus pintas en las paredes en el día mundial de la intolerancia. De repente se percató del autobús que estaba parado esperando a los pasajeros, tuvo que hacer violentas maniobras con el volante, para evitar colisionar con el transporte público y se estrelló contra una pared. La dama descendió de su auto, dejando el motor encendido. Sin tomar en cuenta el embotellamiento que causaría. Ni mucho menos la emisión de gases que contaminan nuestra cancerígena atmósfera. Era tan feminista que no le importaba el medio ambiente, ni la contaminación, ni la ecología.
Ella ataviada con una falda marrón, adornada con flores y un vuelo espantosamente poco seductor. Capaz de detener el embate de dos pastillas de cincuenta gramos de sildenafil, de cortar el poder azul del viagra. Con una chaqueta a usanza militar chabacano y macho, a los cuales decía odiar. Con una blusa escondida tras esta chaqueta, que no dejaba asomar ni por descuido alguna curva línea de sus senos castos. Aún más castos que todas las imágenes y santos de los templos. Donde acudía a reprocharse ser mujer, su falta de valor, de determinación, su exceso de romanticismo y sentimiento. Tenía que exorcizarse de ellos, apretándose cada vez más el silicio invisible, con el que castigaba a su pobre corazón de mujer.
No podían faltar sus botas, con sus medias de botas, según palabras de ella. Cosa que el arlequín por mucho que intentase acordar de las parisinas, porteñas, londinenses, holandesas, germanas, suizas, neoyorquinas, santiaguinas, montevideanas, finlandesas, suecas, moscovitas y como olvidar a las italianas. Nunca ninguna comentado de dicha prenda.
Seguro era algo del caribe, aunque no tan deleitante como el ron y el tabaco, o la música, o las bellas mujeres, altas, de piernas largas y figuras voluptuosas. ¿Acaso había conocido alguna mujer feminista de esos países tan femeninos? No, se contestaba con la cabeza.
Mientras observaba a esta tipa gritarle todas las razones por las cuales los hombres eran detestables. Después de verla gritar por dos horas, cuando su auto había ingerido todo el combustible, se sentó en la vereda. Se tomó el cabello entre las manos y lloró por cualquier motivo. Mientras su lado masculino se apoderaba cada vez más de ella.
Luego el arlequín la observó y le dijo,
-¿Sabes por qué las mujeres feministas son las menos femeninas?
-¿Acaso eres misógino?, preguntó ella.
-No, no lo soy, me gustan las mujeres. Pero me gustan las mujeres femeninas. No te digo sumisas, pero si femeninas. Y no me gustan las feministas, porque para serlo sacrifican su lado femenino. Y se comportan como el hombre más macho. Matan sus sentimientos, caen en el juego del macho. Porque se rebajan a jugar en la cancha que el propone, la que el conoce. En la que él puede vencer. Las obliga a desvincularse de su feminidad, tornándolas en unos completos y estúpidos machos.
No dijo nada más. Se dio la vuelta y se marchó a la ferretería a comprar un bote de pintura blanca y una brocha. Para borrar el sanguíneo color del himen violado. Cuando volvió ella aún estaba sentada, llorando. No podía hablar. Salvo tenía expresión de virgen violada. Luego de terminar de pintar, el se despidió y le dijo,
– Sí realmente quieres cambiar el mundo, no seas tan egocéntrica. Piensa en los demás, estaciona bien tu auto y no malgastes el combustible. Piensa en el futuro. Pero por favor no te conviertas de feminista a ecologista.