Que sentido tienen los nombres…

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…las cosas, lo que las palabras buscan describir y nos dan una leve muestra, pero no logran mostrar la esencia, quizá las palabras son inútiles, al menos, lo son cuando ya no está quien les da sentido, así como los nombres y categorías en que hemos ordenado la naturaleza, será posible que los pájaros entiendan que les llamamos así y que ellos nos llamen humanos, lo dudo, que le va importar a un escorpión que lo llamemos así, lo que quizá si le importe es que en su espacio si nos acercamos mucho seguramente nos pique, quizá después de todo, no hay mayor sentido en las cosas, en las palabras que las que los interlocutores les damos, quizá por eso es que al momento de empecinarnos que las cosas tienen sentido, es cuando perdemos la mayor de las alegrías, cuando la vida pasa delante de nuestras miradas y solamente atinamos a suspirar porque no nos atrevemos a vivirla, quizá eso es lo que tanto hablan los que hablan de los maestros, porque realmente a un maestro lo he escuchado hablar muy poco, quizá se empecina más en mostrarse sabio, quien se ha asomado por una rendija y vio la luz que emergía del maestro, pero nunca entendió que la luz que vio era su propia luz reflejada en el espejo que un maestro es, quizá eso sea lo que entendí hoy que caminaba por el bosque, mientras tres escarabajos se posaron sobre mi mano, negros como el misterio del universo, quizá con cierta complicidad de la hora del día o bien del azar, pero pensaba si es que ellos sabrían que yo les llamaba escarabajos, quizá más que una pregunta filosófica de la que me reí tanto después, fue un momento de lucidez al darme cuenta que solo el ahora es real, y que hay muchos ahora que se han ido, y no es porque no haya actuado o propuesto cosas con personas, es porque yo estaba ausente de ese ahora, añorando un pasado o soñando un futuro, quizá no es malo recordar cuando estos recuerdos causan una sonrisa y llenan el corazón de amor, tampoco es malo soñar y planificar el futuro, cuando estos planes son anhelos pero no cadenas de amargura que nos arrastran al fondo del mar de la desdicha, quizá es cierto que el dolor existe y duele cuando duele, pero es nuestra elección si nos aferramos a el y sufrimos, así como el apego a las cosas que causan inquietud de saber que algo puede pasar con ellas y que algún día ya no serán nuestras, si después de todo solamente estamos de paso, como una caravana por el desierto y no es necesario más que lo necesario, quizá hay parámetros y convencionalidades establecidas para cada cultura, para cada persona, quizá lo que más cuesta es el no apego a las personas, cuando la compañía de una persona se nos hace grata y una persona nos atrae y no podemos dejar de pensar en ella, quizá ese apego es el que más me ha costado a mí vencer, no sé si lo logre algún día, quizá después de todo, ahora que he abierto mi corazón de nuevo y siento que reboza de alegría, donde deposito cada una de las muestras de cariño de las personas que conozco, cada uno de esos recuerdos memorables y de esas tardes preciosas en compañía de alguien agradable, quizá he aprendido a desprenderme del miedo de no volver a ver a ciertas personas con las que me hubiese gustado caminar durante más tiempo, pero siempre las llevo en el mar de mi corazón, quizá es allí en ese lugar, allí donde tengo ese espejo, que es mi maestro, mi propio yo, que se refleja en la cara de las personas que me encuentro a diario y ese me ha enseñado a ser quien soy, quizá después de todo, la vida es lo que acontece entre el ayer y el mañana, entre el nacimiento y la muerte, entre las líneas de este relato, que quiere explicar algo que no se puede explicar, solamente vivir…

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